MAL COMPORTAMIENTO EN EL NIDO



El primer día del nido de Juliana, fue sin duda el más sorprendente para mí. Yo, conociendo la personalidad de mi hija, temía por su introversión y que tal vez no pueda desenvolverse socialmente, al no haber crecido con muchos niños cerca. Pero ella cambió toda expectativa de mí y lo disfrutó tanto, que se moría por ir al nido todos los días.

Por eso cuando de un día para el otro, me dijo que ya no quería entrar, me sorprendí sin entender por qué. Hasta que lo descubrí, ese enemigo silencioso, el cuál no pensé que afectaría a mi hija a sus cortos 3 años.

Bullying.

Para empezar a contarles nuestra historia, tenemos que poner en perspectiva nuestra situación.

Mi hija, a sus tres años, es de la clase de personas que ama el silencio y la tranquilidad. Odia el ruido, desde que nació, si bien es cierto se acostumbró a algunos ruidos fuertes, muchos de ellos también la incomodaban y la asustaban fácilmente.

Es una persona que odia ser el centro de atención y las miradas sobre ella, es tímida. Pero una vez que agarra confianza, es aventurera y muy divertida.

En pocas palabras, es algo introvertida. No es que sea un problema, muchos de los habitantes en el mundo lo son y se ha aprendido a sobrellevar y vivir con ello, así que nunca vi eso como algo que pueda afectarle en su crecimiento.

Debo admitir, que sí me causó miedo su reacción al nido, pero como dije más arriba, se contagió de la alegría de sus compañeritos y de disfrutar de algo nuevo tan rápido, que era difícil hasta llevármela a casa después de sus clases.

Sin embargo, no todo podía ser tranquilo. Y había en el aula, una niña que era algo abusiva. Claro que no es su culpa ser así. Siempre he dicho que los niños pequeños son imitadores por excelencia, los niños copian lo que ven, lo que viven. Así como en mi familia, solucionamos las cosas hablando, respetamos el espacio personal de cada persona y aceptamos cuando alguien nos dice que no. Igualmente, en la familia de la niña, sus hermanos mayores eran toscos con ella y además sus papás la consentían mucho, sin aprender a aceptar las negativas.

Cuando esos mundos se juntaron, supe el motivo de que mi hija decidiera no ir más al nido. Y me llenó de impotencia.

Hablé con la profesora y me dijo que los papás siempre terminaban minimizando la actitud de la niña “todos los niños son así”. Decían.

No señora, mi niña no es así. No todos son así.

“Los niños son toscos”. Decían.

Sí, algunos lo son, pero se les debe enseñar a respetar a los demás.

Excusas, muchas excusas baratas.

Me di cuenta que no podía sacar a mi hija del nido. No porque sea importante, a fin de cuentas por perderse 3 años, no va a acabarse el mundo. Pero entendí una cosa… Abusivos hay en todos lados, ¿sabes?

En el nido, en el colegio, en el instituto, en la universidad, en el trabajo. En todos lados, hay gente que piensa que puede hacer contigo lo que se le dé la regalada gana. Y no podía permitir que mi hija, que es tan tranquila que literal no podría matar ni una mosca, crezca pensando que huir es la solución de sus problemas.

No iba a lanzarla a la piscina de los tiburones sin aprender a nadar, claro que no.

Tampoco iba a cambiar su hermosa personalidad, esa que la hace especial y única.

Simplemente, iba a fortalecer algunas pequeñas debilidades:

1. Contarle cuentos sobre niñas que aprenden a levantar la voz, cuando algo les molesta.
2. Hablarle sobre experiencias personales, dónde sufrí alguna incomodidad y pedirle encontrar soluciones juntas.
3. Hablé con la profesora, pidiéndole que sea un poco comprensiva, ya que estamos en proceso de refuerzo (felizmente, quieren mucho a mi niña y han sido muy comprensivos con ella).
4. Debido a mi trabajo, no he podido ir a hablar con la psicóloga del nido, pero el papá de Ju, si pudo ir y han citado a los padres de la niña por su comportamiento (aunque esta última, dudo que tenga algún cambio)

Sé que no puedo cambiar la forma de criar de otras personas, sé que no puedo entrometerme en la vida de otros niños y tratar de corregir sus errores. Sé que no puedo proteger a mi hija de todos los males que podría aquejarla por tener una personalidad dócil. Pero si hay algo que puedo hacer, es ayudarla a levantar su voz cuando algo le molesta, ayudarla a aprender a defenderse si algo le incomoda, enseñarle a no quedarse callada.

Enseñarle a decir que NO. Fuerte y claro.

Y, ¿saben qué? Funcionó.

Juliana está regresando al nido, jugando más libremente, sin tanto miedo a que alguien la moleste o irrumpa su tranquilidad. Sin temor de decirle a la profesora si algo le incomoda. Y espero que crezca siendo tan fuerte, que nadie nunca pueda callarla.

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